Literatura sin Filtros

Vivimos en una era en la que todo busca ser categorizado, cuantificado y vendido. Incluso la literatura. Especialmente la literatura.

El algoritmo como curador

Entre algoritmos de recomendaciones, listas de los más vendidos y géneros diseñados para satisfacer nichos específicos, pareciera que el acto de contar una historia se ha convertido en otra mercancía más en la Bolsa de los Vicios Humanos.

Pero hay grietas. Y a veces, en esas grietas, crecen flores negras.

El libro digital —ese formato tan cuestionado por los puristas del papel— se ha convertido en un refugio inesperado para las voces que no buscan complacer, sino incomodar. Para quienes no escriben para entretener, sino para resistir.

El espacio sin filtro

Las plataformas digitales permiten que escritores sin acceso a editoriales tradicionales publiquen directamente. Sin curaduría, sin pulido excesivo, sin marketing que esterilice el mensaje. Solo el texto, desnudo, imperfecto, vivo. Eso es peligroso para el sistema. Y por eso, también, es valioso.

Infografía sobre crónicas de literatura

La literatura fuera del algoritmo

Los libros digitales no necesitan llenar estanterías. No tienen que justificar tiradas mínimas. No requieren adaptaciones para "funcionar en mercado". Por eso pueden hablar de lo que otros prefieren callar: de la ética del lenguaje, de las emociones como moneda, del alma como deuda heredada. De lo que pasa cuando todo tiene un precio, incluso el dolor.

Una nueva forma de comunidad

Lo digital no es solo difusión: es conexión. Lectores y autores pueden encontrarse sin intermediarios, compartir miradas, cuestionar juntos. Se forma así una comunidad en torno a textos que no buscan masividad, sino resonancia. No volumen, sino profundidad.

El formato que resiste al olvido

En un mundo donde el archivo es poder y el olvido, una herramienta política, el libro digital tiene algo de subversivo: puede multiplicarse sin desaparecer. Puede sobrevivir fuera de los catálogos. Puede ser leído cuando ya nadie recuerda quién lo escribió. Como un susurro que regresa en el momento justo.

Algunas historias no quieren ser vendidas

Y, a veces, eso es todo lo que hace falta. Una historia que no esté hecha para gustar. Que no tenga moraleja clara. Que se niegue a convertirse en mercancía. Que exista solo para dejar una grieta en quien la lea.

Eso intento yo con mis escritos. Crear pequeñas grietas. Lugares donde tal vez, alguna flor —negra, sin sombra— pueda crecer.

¿Te interesa esta clase de notas?
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O quedarte por acá. A veces las grietas también se contagian.

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