¿Alguna vez te detuviste a pensar en esto? Como programador, pasás horas escribiendo
if, while, for, class. Son las
primeras palabras que aprendemos, los ladrillos de nuestro mundo digital. Las escribimos
sin preguntar, asumiendo que son una ley universal de la computación.
El accidente histórico que se volvió estándar
La programación moderna nació en Estados Unidos y el Reino Unido. Sus pioneros,
lógicamente, usaron su propio idioma para nombrar las instrucciones.
IF (si), WHILE (mientras), PRINT (imprimir).
Tenía sentido para ellos. Lo que empezó como una conveniencia local, gracias al
poder cultural y económico anglosajón, se exportó al mundo como un estándar global.
Y todos lo aceptamos. Asumimos que para pensar lógicamente frente a una pantalla, debíamos hacerlo con palabras de otro idioma.
Pero la verdad es simple y reveladora: la máquina nunca necesitó inglés. El único lenguaje que una computadora entiende es el binario. Todo lo que escribimos, sea en el idioma que sea, es traducido por un compilador o un intérprete a ese nivel fundamental. El problema nunca fue el lenguaje máquina, sino el idioma de la interfaz que usamos para ingresar los comandos.
Lo que perdimos en la traducción
Al aceptar el inglés como la lingua franca obligatoria del código, dejamos varias cosas en el camino. No es un detalle menor, es una barrera invisible con costos muy reales.
1. Una barrera de entrada injusta
Para un argentino, aprender a programar implica una doble carga cognitiva. No solo tenés que entender la lógica abstracta de un algoritmo, sino que además tenés que aprender el vocabulario técnico en otro idioma. Es una traba que un chico de Silicon Valley no tiene. Limita el acceso y profundiza la desigualdad.
2. Un sesgo cultural silencioso
El código no es neutral. La forma en que se diseñan los lenguajes de programación refleja las prioridades y los valores de sus creadores. Al permitir que un solo idioma domine la conversación, aceptamos una única mirada sobre cómo resolver problemas, qué es eficiente o qué es importante. Democratizar el lenguaje es también democratizar la mirada.
3. Colonialismo simbólico
Que el estándar global sea el inglés no es una decisión técnica, es una herencia de poder. Es una forma sutil de colonialismo digital que nos recuerda, línea por línea de código, dónde se sigue concentrando el poder tecnológico.
¿Se puede programar en nuestro idioma?
Esto no es una fantasía. La viabilidad técnica de programar en la lengua materna está demostrada hace décadas.
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ALGOL 68, un lenguaje de 1968, permitía usar palabras clave en diferentes idiomas. Se podía escribir
IF day < length THENen inglés, oWENN tag < monatslaenge DANNen alemán. El resultado era el mismo. -
Excel, la herramienta que usa todo el mundo, traduce sus funciones. Nosotros escribimos
=SI(A1>10, "Mayor", "Menor"). Un angloparlante escribe=IF(A1>10, "Greater", "Lesser"). La lógica es la misma, la funcionalidad es idéntica. El idioma es una capa superficial. -
Scratch, la plataforma que usan millones de chicos para aprender a programar, está traducida a más de 70 idiomas, incluyendo el español. Saben que para aprender, nada es más poderoso que la lengua materna.
Existen lenguajes diseñados enteramente en francés (Linotte), en tamil (Ezhil) o incluso en árabe con escritura de derecha a izquierda (Qalb). Funcionan perfecto, porque al final del día, el compilador hace su trabajo: convertir nuestras ideas en el único lenguaje universal, el binario.
Un llamado a la acción cultural: recuperemos el código
La hegemonía del inglés en la programación no es una ley de la física. Es una convención. Y las convenciones se pueden cambiar.
No se trata de erradicar el inglés, sino de construir alternativas. De imaginar un futuro donde un estudiante en Salta, un profesional en Córdoba o un curioso en Buenos Aires puedan aprender y crear tecnología sin la barrera de un idioma ajeno.
Este es un llamado a la acción cultural para nuestra comunidad, en distintos niveles:
- Para los educadores
Enseñemos primero la lógica en español. Usemos herramientas como Scratch para que los más chicos descubran la programación en su idioma. Desmitifiquemos la idea de que el inglés es un requisito para pensar como programador.
- Para la comunidad de desarrollo
Podemos empezar hoy mismo. Apoyemos proyectos de localización, creemos más documentación, tutoriales y foros en español. Hagamos que el ecosistema que rodea al código hable nuestro idioma.
- Para un futuro soberano
Y pensemos en grande. Crear un entorno de programación verdaderamente nativo no es solo traducir palabras. Implica un proyecto colaborativo ambicioso, idealmente junto a nuestras universidades tecnológicas, para diseñar desde cero una gramática completa. Significa definir cómo un parser debe interpretar nuestros tokens (las palabras y símbolos de nuestro idioma) y nuestras reglas sintácticas. Como ya dijimos, el lenguaje máquina no es el problema; el desafío es construir una interfaz humana que piense y hable en nuestro idioma.
- Para todos
Empecemos a tener esta conversación. Cuestionemos la inercia. Preguntémonos qué ganaríamos si el código también hablara nuestro idioma.
Conclusión
Reclamar nuestro idioma en el código no es un acto de nostalgia, es un paso hacia la soberanía tecnológica. Es construir un futuro donde la innovación no tenga un idioma predefinido, sino que hable con todos nuestros acentos. Es, en definitiva, hacer que la puerta de entrada al futuro sea un poco más ancha para todos.